Simplemente mujer(es)

Nahomi Galindo Malavé

Tomado de Poder, cuerpo y género.

En días recientes se celebró en Puerto Rico una fiesta por los cincuenta años de la conocida revista Playboy, cuyo principal propósito es publicar imágenes de mujeres desnudas. A su vez, varios grupos e individuos llevaron a cabo una protesta contra dicha actividad. Aunque algunos de los argumentos esbozados por los organizadores van dirigidos contra la explotación sexual de la mujer, al igual que muchas otras feministas, yo no me sentí convocada a esa protesta por diversas razones.

En primer lugar, la convocatoria en sí me causó suspicacia. Esta se basa en un discurso dirigido principalmente a defender la “dignidad” de la mujer “puertorriqueña”.

¿Acaso las modelos de Playboy tienen menos dignidad que aquellas personas que fueron protestar? ¿Acaso la dignidad de las mujeres no puertorriqueñas es menos digna de defender? ¿Acaso existe una sóla forma de ser “mujer puertorriqueña”, para hablar de “ella” en singular?

En Puerto Rico habemos, entre muchas otras, profesionales, trabajadoras, madres, casadas, solteras, trans, bisexuales, lesbianas, inmigrantes, e incluso trabajadoras sexuales. En síntesis, esta falsa homogeneidad reproduce uno de los principios fundamentales del machismo: que sólo hay una forma de “ser mujer”. El discurso de la “dignidad” fácilmente puede descarrilarse hacia el discurso patriarcal sobre lo que los hombres quieren (o no quieren) que las mujeres seamos (o no quieren que hagamos, o no quieren que disfrutemos).

Como dijo una amiga, las responsabilidades de una sociedad tan machista, patriarcal y explotadora en todas sus facetas como la nuestra, no deben descargarse única ni principalmente sobre una revista. Tampoco podemos conformarnos con un discurso alegadamente crítico que se limite a ver a las “conejitas” como víctimas pasivas de una explotación más “especial” o indignante que otras, por el mero hecho de que haya sexo o desnudez envuelto. Eso es moralismo.

Este es un tema que amerita discusión y debate mucho más amplio y profundo, entre mujeres, feministas y sectores progresistas. Para mí, una cosa está clara: la historia demuestra que la censura y el prohibicionismo rara vez son remedio efectivo cuando hay agencia por parte de la “víctima”, por reducida que sea.

Más productivo sería considerar sí sería posible y cómo el que las mujeres que trabajan para Playboy y otros medios similares, pueden retar, resistir, subvertir, transformar (y de ser necesario, destruir), desde adentro, los discursos y las formas de explotación machistas que, al igual que en el resto de nuestra sociedad, predominan en las representaciones del cuerpo y la sexualidad.

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